LOS DATOS: EN PRIMERA LÍNEA DE COMBATE CONTRA LA PANDEMIA
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Ya nadie se extraña ante afirmaciones donde se subraya el estatus de los datos como el gran agente en el centro de la sociedad y sus entresijos político-económicos y socioculturales. Su función y potencial para explicar y orientar nuestro rumbo, se han convertido en incontestables. En tiempos de pandemia, todos nos preguntamos cómo éstos pueden ayudar a proteger a los ciudadanos.
Ante hechos tan terribles como la pandemia, el debate no hace más que complejizarse. En efecto, toda la profundidad que parecen ofrecer los datos para, por ejemplo, predecir el movimiento de nuestros patrones culturales y la dirección del consumo, se topan en la pandemia con uno de los mayores desafíos de los últimos 100 años: un virus que, plantando cara a lo digital, ha detenido el mundo.
Voces diversas, desde las orillas de las ciencias sociales, entre otras, han venido a resaltar lo evidente: la solución hidroalcohólica aplicada en confinamiento y con una mezcla de temor, incertidumbre y cierta sensación de irrealidad, podría estar simbolizando en el imaginario popular a todas aquellas promesas sobre la reconciliación con la naturaleza y la mejora del modelo social que tardan en llegar, esperanzas apoyadas en los grandes paradigmas tecnológicos de nuestro tiempo: El Big Data, la Inteligencia Artificial, etc.
Por supuesto, en relación con lo anterior, es necesario decir que novísimas áreas del saber como el Big Data y el Data Science podrán cumplir con las expectativas prometidas acerca del mejoramiento y viabilidad del mundo en la medida que existan sus condiciones ideales de reproducción, que pasan por inversión, recursos para investigación, programas formativos de calidad, etc.
BIG DATA Y AGENTES GLOBALES
La “dataficación” de todo aquello que caracteriza los procesos productivos y la propia socialización puede, naturalmente, originar debates de todo tipo. Pero caben pocas dudas respecto a las ventajas que las metodologías de análisis masivo de datos y las aplicaciones artificiales en la solución de problemas pueden otorgar cuando la demanda adquiere escala planetaria, en momentos donde un agente global rompe todas las fronteras (como una propagación epidémica cuya velocidad casi deja en ridículo la idea aceptada de datos en “tiempo real”).
Aquí está, tal vez, la primera cuestión importante para pensar en pandemia y Big Data: la velocidad de propagación implicaba un esfuerzo mayúsculo en aspectos como la generación de informes o la interpretación de los datos de movilidad llegados desde, literalmente, millones de dispositivos móviles.
Una de las cuestiones que la ciencia de los datos deja clara es que todos esos grandes volúmenes de información recogidos mediante distintos canales, podrían entenderse como alguna clase de codificación y acción de filtrado de la realidad, es decir, los datos simbolizan una textura grandemente ultimada de la objetividad humana. Pero, y esto es crucial, en algunos momentos, se impone a esos datos una demanda, también de origen humano, de inmediatez.
En coyunturas como las vividas recientemente en Europa y que se están observando en lugares como los Estados Unidos, si no se cumple el parámetro de la inmediatez, podríamos llegar a traducir un costo en forma de vidas humanas. La epidemia nos mira con un crecimiento exponencial, profundamente engañoso sin análisis matemáticos, que pueden originar decisiones productivas y políticas llegadas demasiado tarde.
En todo este escenario, los expertos siguen nombrando los modelos de respuesta vistos en algunos países asiáticos, donde desde muy temprano había integración de datos médicos con datos de movilidad, permitiendo que las decisiones sobre confinamiento contaran con elementos suficientes. Por supuesto, en las respuestas asiáticas a la pandemia entran en juego otras consideraciones que en Europa son muy importantes, como la privacidad.
Esta parte del mundo ha contado con gestiones exitosas de la crisis en el caso de Noruega o Islandia, donde existen importantes volúmenes de datos en abierto que resultan de gran utilidad en estudios. Así, parte importante de la respuesta se ve en la calidad y amplitud de los datos en abierto, para ser utilizados por universidades, organizaciones o sistemas de información.
Todos los problemas estructurales y fallos de gestión se revelarán, y además agrandarán, en una situación como la del coronavirus. En el caso de España, desde un inicio, observamos ciertos vacíos de datos en lo referente a la lectura real de las hospitalizaciones, las cadenas de contactos, la previsión de material, etc.
De esa forma, varios expertos parecen haber encontrado fallos neurálgicos, como rupturas en las series de datos que comprometían la coherencia del análisis. Estos problemas no han impedido, claro, que la información llegada desde las Administraciones fuera abordada, pero sí dificultaba el proceso. Puede ser interesante nombrar que las estimaciones hechas por los analistas y científicos de datos al principio de la pandemia en base a información totalmente preliminar, como el contagio y la mortalidad, se han mantenido más o menos estables.
Ya a mediados de mayo, con datos a mucha mayor profundidad sobre el comportamiento y el impacto del virus, se presenta el estudio ENECovid19, trazado por el Ministerio de Sanidad, el Instituto de Salud Carlos III en colaboración con el Instituto Nacional de Estadística y las Comunidades Autónomas. Se trata de una investigación citada en todo el mundo, por el tamaño de la muestra y metodología, como ejemplo de estudio de datos necesario para dar sustento científico a la toma de decisiones. Este mismo trabajo argumenta que el 5% de la población desarrolló anticuerpos frente al COVID-19 y cuadra con muchos de los datos confeccionados preliminarmente al principio de la emergencia sanitaria.
CIENTÍFICOS DE DATOS PARA LAS ADMINISTRACIONES
Ahora, claramente, debemos trabajar en la mejora de los datos (cantidad y calidad): su recolección y gestión, con énfasis en la capacidad de seguimiento de las posibles cadenas de contactos. Por otra parte, es necesaria alguna clase de estandarización en los procedimientos de recogida, procesamiento y análisis de los datos entre las regiones europeas.
Ahora bien, si vamos a hablar sobre cómo prepararnos para catástrofes como la del coronavirus, dado que desde varias instancias de autoridad se alerta de que ésta no será la última vez que veremos algo así, debemos mantener un debate, al menos, en dos direcciones.
Por una parte, la ya conocida cuestión de la fortaleza de una sanidad pública. Y, por otra, la necesidad de que las Administraciones cuenten con el apoyo de una pléyade de científicos de datos que proporcionen la clave de todo en situaciones de emergencia: una capacidad de reacción rápida pero estudiada a partir de un ataque inteligente a los datos, anteriormente recogidos y ordenados en bases con las suficientes garantías sobre amplitud y calidad.
Pero este cometido necesita de diversos esfuerzos, como se nombraba al principio, hacen falta recursos para investigación, tecnología y programas de formación superior engranados con las demandas actuales y los posibles desafíos que nos planteará el día de mañana.
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