Big Data y Data Science: memoria e inmortalidad

¿Puede realmente utilizarse la inteligencia artificial, el Big Data y el Data Science para conservar una versión digital de nuestros procesos subjetivos? ¿Puede crearse una arquitectura en la nube capaz de reproducir a través de algoritmos de Inteligencia Artificial el cuadro de personalidad de aquellos que hemos perdido? La cuestión provoca interesantes controversias que implican a la Psicología y otras disciplinas. El debate toma forma con varios proyectos en esta línea. Big Data y Data Science: memoria e inmortalidad.

El significativo avance en la transformación digital, la Ciencia de Datos, la Inteligencia Artificial o la arquitectura de la nube permite a creadores y escritores de ciencia ficción asomarse a un futuro inquietante y fascinante a la vez. Existen teorizaciones que se lanzan a preguntarse si, incluso, la muerte podría dejar de ser un absoluto. Ya existen equipos de investigación alrededor de ese sueño postmoderno digital donde la conciencia podría terminar subida a un centro de datos al final de la vida.

Tenemos el caso del fundador de New Media Stars, Dmitry Itskov, con su proyecto 2045: la creación de un cerebro artificial estructurado con nanorobots y un cuerpo en forma de holograma capaces de resistir y albergar la información resultante del copiado de una subjetividad humana.

Naturalmente, se trata de proyectos con enormes desafíos y que involucran a múltiples campos científicos. Es decir, nos estamos refiriendo a una generación de investigaciones posteriores a la idea sobre un Big Data y Data Science capaces de reconstruir un perfil espectacularmente detallado sobre nosotros desde el procesado de toda la información y huella digital que recreamos en la red. Y a partir de la cual ciertos algoritmos de Inteligencia Artificial podrían recrear una copia burda de nuestro cuadro de personalidad (tal vez lo que el investigador Hans Block denominó como “alma digital”).

Pero, aunque fuera totalmente posible apoyarse en algoritmos de Inteligencia Artificial para computar todo el rastro de una conducta digital y modelizar un perfil operativo (“vivo” en términos electrónicos), esto aún dista mucho de ser el invento humano que conquistará la inmortalidad. En otras palabras, la extraordinaria complejidad de los procesos subjetivos humanos codifica parcelas donde el problema de la soberanía interpretativa involucra grados de impredecibilidad y caos simbólico que convertirían al perfil “vivo”, creado durante el análisis inteligente de nuestros datos, en una copia cada vez más defectuosa de nosotros.

En efecto, el problema tiene otra magnitud. El copiado extraordinariamente exacto de la estructura nerviosa, las reacciones neuroquímicas y otros procesos de la psique en una arquitectura electrónica con la capacidad de contener el flujo de datos resultante está entre los primeros pasos.

¿LOS DATOS PUEDEN PRESERVAR LA MEMORIA Y LA INMORTALIDAD?

En sentido de lo anterior, los debates son realmente encendidos en tecnológicas y mundo académico. Los posicionamientos más optimistas dan por hecho que mapear la personalidad o la red de procesos subjetivos humanos y representación simbólica es un problema de Big Data y Data Science totalmente abordable en la actualidad.

Pero otras posturas, algo menos optimistas, ponen en duda que un conjunto sofisticado de algoritmos sean realmente suficientes para copiar detalladamente un cuadro de personalidad a partir del análisis inteligente de los datos generados por un individuo, por ejemplo, sus preferencias en redes sociales, comercio electrónico, etc. Sí, los algoritmos pueden llegar a saber mucho de nosotros, pero esto no equivale automáticamente a la posibilidad de subir a la nube una copia auténticamente operativa de la conciencia.

Es “filosóficamente evidente” que la conciencia no se reduce a un desafío de programación. Claro, lo anterior no impide que el mercado siga su curso (con su extraña habilidad para dar respuesta comercial a las emociones). Ya son varias compañías las que ofrecen o proyectan servicios consistentes en una interacción vía holograma con una persona querida… fallecida y aparentemente reconstruida digitalmente (aspecto, voz, etc.).

Una verdadera distopía donde padres pasan un rato con hijos perdidos para ritualizar una despedida, hijos piden consejo a sus padres ya ausentes, conciertos donde volvemos a ver tocar a artistas que nos han dejado hace mucho, etc. Algunos psicólogos podrían poner en duda la utilidad de tales “terapias” logradas por la digitalización, la Inteligencia Artificial y el análisis de datos; tal vez muchos expresarían su preocupación por las consecuencias anímicas de tales experimentos.
Básicamente, estas iniciativas funcionan mediante modelos predictivos, donde ante cada situación (un interrogante, por ejemplo) se confecciona una reacción o una respuesta creada gracias a consultas en una base de datos. En lo anterior vemos lo que conocemos como procesamiento de lenguaje natural.

Ahora bien, la construcción del modelo y la base de datos requiere de la recolección de una cantidad realmente grande de datos. Esto sin considerar todo el procesamiento de imagen y sonido necesario para crear el holograma, por ejemplo, a través de técnicas en Deep Learning. Resulta claro el papel del Big Data y el Data Science en cualquier proyecto que pretenda preservar la memoria, de lo contrario ese nombrado recuerdo digital que tantos persiguen no podría estructurarse a partir del rastro que todos dejamos en la red.

Sin duda, estamos ante una de las temáticas que mayor fascinación causa entre el gran público, un campo de investigación y desarrollo que demanda de los mejores profesionales y científicos de datos. Pero, además, se trata de uno de esos ámbitos llamados a implicar disciplinas como la Psicología, los estudios culturales, etc.


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