Máster en Big Data y Data Science online - UNED

Multitud de publicaciones, tanto de difusión como especializadas, dicen que el capitalismo de estas primeras décadas del siglo XXI vive y vivirá una cuarta revolución industrial; derivada del mundo de las nuevas tecnologías… “nuevas” permanentemente.

La velocidad a la que avanzan los procesos de transformación digital también genera este imperio de lo efímero, donde cualquier solución puede hacerse anticuada en poquísimo tiempo. El inevitable impacto global de la continua revolución tecnológica implica la gradual, y a veces rápida, desaparición de esquemas productivos o maneras de organización sin una estrategia sólida en materia digital.

Aquí aparece, igualmente, otro fenómeno digno de mención y conectado con la psicosocial: el imperio de lo efímero se vincula a cierta relación de inmediatez con la realidad. En efecto, observamos una serie de cambios que se extienden a lo antropológico cuando el filtro a partir del cual se lee la realidad se estructura en el universo de lo virtual.

Esto viene dibujando un escenario donde el modo de vida empieza a ser articulado desde todos los factores asociados a esta transformación. Ya nada, ninguna manera de trabajar, comunicarse o crear, es de largo alcance. Todo es objeto de revisión, naturalmente, no siempre para bien.

Como sabemos, uno de los ejes más importantes de todo este debate es cómo afectará al mundo del trabajo. Existe algún consenso escaso según el cual esta nueva revolución tecnológica forzará la creación de nuevos puestos de trabajo y la transformación de otros ya existentes. Desde esferas muy sensibles, como la Inteligencia Artificial, veremos la total destrucción de puestos de trabajo que generen poco valor añadido. Es decir, estamos en un momento donde el camino empezado desde las últimas décadas del siglo XX entrará en su recta final: encontrar un empleo con poca cualificación (o una cualificación general) será algo de lo que hablarán los libros de Historia.

La súper-preparación para enfrentar los grandes cambios tecnológicos tiene algunos “núcleos de centralidad” ya identificados pedagógicamente desde los 90 del XX. Tenemos, por ejemplo, el concepto “Educación STEM”: que básicamente se refiere a la formación multidisciplinar, integrando base tecnológica, elementos científicos y matemáticas. Todo con un enfoque ingenieril: desarrollo de soluciones y aplicaciones a problemas organizativos o productivos reales y recientes.

El panorama básico que vemos es la desaparición de empleos en varios espacios de la actividad propiamente industrial, como consecuencia de la robótica y la Inteligencia Artificial. Al mismo tiempo que la acelerada creación de puestos de trabajo relacionados con la continua revolución tecnológica. Entre estos existen algunos con remarcada importancia, por ejemplo, los que se ocupan de la conectividad, de los procedimientos que permiten seguir, registrar y analizar cada etapa de la “evolución” de un producto. Y quienes luego usan todo ese grado de “trazabilidad” en el análisis de los datos, permitiendo, entro otras cosas, la optimización del proceso industrial.

Por supuesto, que todo esto sea también válido para una economía como la española requiere la concienciación en el tejido empresarial sobre la necesidad de un trazado para responder a la revolución de lo digital.

El estudio “España 4.0, el reto de la transformación digital de la economía” (Roland Berger ) explica que únicamente el 10% de las compañías con actividad industrial y solo el 15% de las que crean infraestructura tienen una estrategia sobre transformación digital y para enfrentar los próximos grandes cambios tecnológicos, normalmente pertenecientes al sector de la automoción, aeroespacial e infraestructuras.

Parte de esos planes, que cualquier empresa debería tener ya en funcionamiento, tendrían que basarse en la formación: la estructuración del súper-perfil que integra conocimientos provenientes de distintos cambios y mantiene un enfoque práctico.